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Las gelatinas de mamá.


Cuando yo era una niña, mi madre querida que en vida se llamaba María Luisa, me contó una anécdota de cuando ella era joven y trabajaba en una financiera.


Había una chica que siempre la trataba mal y era muy grosera con ella.


Mi mamá, cansada de tener que lidiar con esa mujer insufrible, le contó a mi abuela la situación a manera de desahogo, harta y muy desanimada.


Un buen día en la mañana, cuando mi mamá salía hacía el trabajo, mi abuelita le dio un plato que contenía una deliciosa gelatina de dos sabores hecha por ella, tenía una hermosa servilleta de tela encima y le dio instrucciones a mi mamá qué se la entregara a la señorita, cuyo nombre no recuerdo, pero vamos a nombrar “Dolores”.


Mi madre no podía salir de su asombro, pero ¿cómo? ¡Si esta mujer lo único que hace todo el día es darme dolores de cabeza! –Pensó–


Mi abuela sonrió y le dijo: –Hazme caso–. Llegando al trabajo, tímidamente mi mamá le entrego el inusitado obsequio a la señorita Dolores. –Aquí te manda mi mamá una gelatina hecha por ella– le dijo.


Una semana después, se repitió el mismo ritual, mi abuela le entregó otra deliciosa gelatina de doble sabor a mi mamá, para que se la obsequiara a Dolores.


Se convirtió en una costumbre, la gelatina para Dolores semana tras semana, y esta muchacha cada día era más amable y sonriente con mi mamá.  Un buen día, Dolores le llevón a mi mamá un postre delicioso elaborado por su mamá.


Lo que sucedió a continuación fue hermoso, se hicieron amigas entrañables desde ese día.


Ahora que soy una mujer en edad madura y conozco la palabra de Dios, entiendo a la perfección aquellos gestos que lograron con un poco de bondad e inteligencia por parte de mi abuelita, ya que era una mujer sabia.


La palabra de Dios nos invita en Romanos 12:17-18

 “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.

Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.


ORACION

Señor hoy te ruego que yo pueda estar en paz con todos los hombres, que haga todo lo que este a mi alcancé para evitar enemistades, no pagando mal por mal, sino con el bien. Que la misericordia y paz de nuestro Señor Jesucristo estén cada día en mí, amén.

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